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Casas de Embajada en Washington D.C. /

República Popular de China

República Popular de China

El foyer deslumbra por los dorados arcos en relieve que cruzan su cielo raso y el fuerte contraste que se establece entre la tela verde oscuro que recubre los muros y el mármol que, generosamente, se distribuye entre el suelo, los marcos de las puertas y los nichos. Todo hecho en China. Antonio Castañeda Buraglia

El foyer deslumbra por los dorados arcos en relieve que cruzan su cielo raso y el fuerte contraste que se establece entre la tela verde oscuro que recubre los muros y el mármol que, generosamente, se distribuye entre el suelo, los marcos de las puertas y los nichos. Todo hecho en China.   Antonio Castañeda Buraglia.

Frente a la entrada del comedor se encuentra una pintura que representa flores y pájaros del renombrado artista Ren Bonian. En la mesa–puesta con cubiertería y cristales a la más típica usanza occidental– no faltan los habituales palillos orientales, delicadamente colocados.  Antonio Castañeda Buraglia

Frente a la entrada del comedor se encuentra una pintura que representa flores y pájaros del renombrado artista Ren Bonian. En la mesa–puesta con cubiertería y cristales a la más típica usanza occidental– no faltan los habituales palillos orientales, delicadamente colocados.    Antonio Castañeda Buraglia.

Ambiente europeo de la sala principal. El abullonado de sus muebles contrasta con la “verticalidad” de los tradicionales chinos con los cuales comparte honores dentro de esta misma habitación. Antonio Castañeda Buraglia

Ambiente europeo de la sala principal. El abullonado de sus muebles contrasta con la “verticalidad” de los tradicionales chinos con los cuales comparte honores dentro de esta misma habitación.   Antonio Castañeda Buraglia.

Conforme a la política de apertura al mundo exterior, la sala principal de la residencia de los embajadores de la República Popular China tiene dos ambientes claramente demarcados. Uno en el más tradicional estilo chino con muebles de caoba y mármol. Otro, en el extremo, en estilo europeo. El chino lo preside esta pieza del famoso calígrafo Liu Bingsheng. Antonio Castañeda Buraglia

Conforme a la política de apertura al mundo exterior, la sala principal de la residencia de los embajadores de la República Popular China tiene dos ambientes claramente demarcados. Uno en el más tradicional estilo chino con muebles de caoba y mármol. Otro, en el extremo, en estilo europeo. El chino lo preside esta pieza del famoso calígrafo Liu Bingsheng.   Antonio Castañeda Buraglia.

Texto de: Lily Urdinola de Bianchi

Bien se ha dicho que el Oriente es el Oriente y el Occidente es el Occidente. Sin embargo, la visita a la residencia del embajador de la República Popular China no hizo más que confirmarnos el inmenso espacio de encuentro que hay entre estos dos mundos. Para empezar, aunque aparentemente no hay ningún signo externo –llámese bandera o escudo– que denote que se está ante la sede diplomática de esa nación, la gente que entiende de cultura china sabe la importancia que en ella tiene la puerta. De hecho, la gran puerta en teca que recibe al visitante, al igual que su mensaje, fueron diseñados a medida para esta casa estilo occidental. El simétrico y tradicional tallado significa felicidad, buena suerte, protección y armonía.

Con este pensamiento hay que recorrer la residencia. Tratando de ver más allá del objeto en sí. Entender que los lotos significan verano; los crisantemos, otoño; las peonías, primavera; el ciruelo, invierno; y el bermellón, felicidad y buenos augurios. Perder la visita sería, en cambio, contentarse con saber que la mansión fue construida en 1931 por la firma de arquitectos Frost and Ganger para el matrimonio Stern-Burroughs y que China la adquirió el 30 de julio de 1973. Que la reparación de rigor, si bien menor, fue hecha recién se compró y que la grande –que tomó más de un año– se terminó en septiembre del 2001 e incluyó “desblanquear” la fachada para devolverle a los ladrillos –manualmente y con obreros traídos de China para ello– su rojo natural.

El nueve del nueve, para ser más exactos, retornó el embajador a habitar la casa de la calle S. Fecha que no fue escogida al azar, sabiendo la importancia que para ellos tiene el nueve como número de la suerte.

Y de nuevo, volvemos al idioma de los símbolos. Conforme a la política de apertura al mundo exterior, la sala principal tiene dos ambientes claramente demarcados. Uno en el más tradicional estilo chino con muebles de caoba y mármol. En el otro extremo, una elegante sala estilo europeo donde lo abullonado de sus muebles contrasta con la “verticalidad” de los asiáticos. Lo mismo en el comedor. Mesa puesta con cubiertería y cristales a la más típica usanza occidental y, al lado, los habituales palillos orientales delicadamente colocados.

El mismo esquema de ambientes se repite en la recién añadida, luminosa e inmensa sala de recepciones. Con vista a la piscina y a la cancha de tenis, fue diseñada por un arquitecto local y construida por una compañía china.

Donde las concesiones son muy pocas, es en materia de cuadros, objetos y culinaria. China está presente en los jades, en la caligrafía, en el té, en la porcelana, en la laca, en el mármol de pisos y sillas. Este último constituyó una de las mayores sorpresas. Si no es porque la diplomática señala que el respaldar de los asientos era de mármol, nos hubiésemos retirado convencidos que esos delicados paisajes que los decoran eran pintados por manos humanas y no por las de la madre naturaleza. Las vetas oscuras de la piedra se empinan hacia el Himalaya, bajan en forma abrupta hasta toparse con los valles y se enredan en la copa de los pinos como si fueran trabajadas con pincel.

La sesión sobre los secretos del jade tuvo lugar observando la profusión de piezas que hay en las repisas del comedor. Allí aprendimos que de acuerdo con su color se clasifica en esmeralda, blanco jade, verde jade, ágata, cristal y coral. Que no es cuestión de llegar y pulir la piedra en bruto. Para que se convierta en objeto precioso hay que respetar y acentuar su forma natural, su grano, su textura y su color. Que no es lo mismo el jade de Beijing –célebre por lo brillante de sus colores– que el innovador de Guangzhou –donde se respeta más la individualidad del artista– ni tampoco el más sofisticado de Shangai.

De la caligrafía nos ocupamos en la sala principal y en la sala de recepciones al calor de una cuantas tazas de té, la bebida nacional y uno de los lazos más fuertes de unión entre los 56 grupos étnicos que habitan el país. Allí descubrimos –puesto en occidental y simplificado al máximo– que mientras más sencillo y lineal es el signo, más complicado es mantener su equilibrio interno. Y al revés, entre más intrincada es su trama, más fácil su confección.

Ahora, en este encuentro de Oriente con Occidente, es la diversidad, justamente, la que le pone color a este mundo.

Casas de Embajada en Washington D.C.
/
República Popular de China

#AmorPorColombia

Casas de Embajada en Washington D.C. / República Popular de China

República Popular de China

El foyer deslumbra por los dorados arcos en relieve que cruzan su cielo raso y el fuerte contraste que se establece entre la tela verde oscuro que recubre los muros y el mármol que, generosamente, se distribuye entre el suelo, los marcos de las puertas y los nichos. Todo hecho en China. Antonio Castañeda Buraglia

El foyer deslumbra por los dorados arcos en relieve que cruzan su cielo raso y el fuerte contraste que se establece entre la tela verde oscuro que recubre los muros y el mármol que, generosamente, se distribuye entre el suelo, los marcos de las puertas y los nichos. Todo hecho en China.   Antonio Castañeda Buraglia.

 

Frente a la entrada del comedor se encuentra una pintura que representa flores y pájaros del renombrado artista Ren Bonian. En la mesa–puesta con cubiertería y cristales a la más típica usanza occidental– no faltan los habituales palillos orientales, delicadamente colocados.  Antonio Castañeda Buraglia

Frente a la entrada del comedor se encuentra una pintura que representa flores y pájaros del renombrado artista Ren Bonian. En la mesa–puesta con cubiertería y cristales a la más típica usanza occidental– no faltan los habituales palillos orientales, delicadamente colocados.    Antonio Castañeda Buraglia.

 

Ambiente europeo de la sala principal. El abullonado de sus muebles contrasta con la “verticalidad” de los tradicionales chinos con los cuales comparte honores dentro de esta misma habitación. Antonio Castañeda Buraglia

Ambiente europeo de la sala principal. El abullonado de sus muebles contrasta con la “verticalidad” de los tradicionales chinos con los cuales comparte honores dentro de esta misma habitación.   Antonio Castañeda Buraglia.

 

Conforme a la política de apertura al mundo exterior, la sala principal de la residencia de los embajadores de la República Popular China tiene dos ambientes claramente demarcados. Uno en el más tradicional estilo chino con muebles de caoba y mármol. Otro, en el extremo, en estilo europeo. El chino lo preside esta pieza del famoso calígrafo Liu Bingsheng. Antonio Castañeda Buraglia

Conforme a la política de apertura al mundo exterior, la sala principal de la residencia de los embajadores de la República Popular China tiene dos ambientes claramente demarcados. Uno en el más tradicional estilo chino con muebles de caoba y mármol. Otro, en el extremo, en estilo europeo. El chino lo preside esta pieza del famoso calígrafo Liu Bingsheng.   Antonio Castañeda Buraglia.

 

Texto de: Lily Urdinola de Bianchi

Bien se ha dicho que el Oriente es el Oriente y el Occidente es el Occidente. Sin embargo, la visita a la residencia del embajador de la República Popular China no hizo más que confirmarnos el inmenso espacio de encuentro que hay entre estos dos mundos. Para empezar, aunque aparentemente no hay ningún signo externo –llámese bandera o escudo– que denote que se está ante la sede diplomática de esa nación, la gente que entiende de cultura china sabe la importancia que en ella tiene la puerta. De hecho, la gran puerta en teca que recibe al visitante, al igual que su mensaje, fueron diseñados a medida para esta casa estilo occidental. El simétrico y tradicional tallado significa felicidad, buena suerte, protección y armonía.

Con este pensamiento hay que recorrer la residencia. Tratando de ver más allá del objeto en sí. Entender que los lotos significan verano; los crisantemos, otoño; las peonías, primavera; el ciruelo, invierno; y el bermellón, felicidad y buenos augurios. Perder la visita sería, en cambio, contentarse con saber que la mansión fue construida en 1931 por la firma de arquitectos Frost and Ganger para el matrimonio Stern-Burroughs y que China la adquirió el 30 de julio de 1973. Que la reparación de rigor, si bien menor, fue hecha recién se compró y que la grande –que tomó más de un año– se terminó en septiembre del 2001 e incluyó “desblanquear” la fachada para devolverle a los ladrillos –manualmente y con obreros traídos de China para ello– su rojo natural.

El nueve del nueve, para ser más exactos, retornó el embajador a habitar la casa de la calle S. Fecha que no fue escogida al azar, sabiendo la importancia que para ellos tiene el nueve como número de la suerte.

Y de nuevo, volvemos al idioma de los símbolos. Conforme a la política de apertura al mundo exterior, la sala principal tiene dos ambientes claramente demarcados. Uno en el más tradicional estilo chino con muebles de caoba y mármol. En el otro extremo, una elegante sala estilo europeo donde lo abullonado de sus muebles contrasta con la “verticalidad” de los asiáticos. Lo mismo en el comedor. Mesa puesta con cubiertería y cristales a la más típica usanza occidental y, al lado, los habituales palillos orientales delicadamente colocados.

El mismo esquema de ambientes se repite en la recién añadida, luminosa e inmensa sala de recepciones. Con vista a la piscina y a la cancha de tenis, fue diseñada por un arquitecto local y construida por una compañía china.

Donde las concesiones son muy pocas, es en materia de cuadros, objetos y culinaria. China está presente en los jades, en la caligrafía, en el té, en la porcelana, en la laca, en el mármol de pisos y sillas. Este último constituyó una de las mayores sorpresas. Si no es porque la diplomática señala que el respaldar de los asientos era de mármol, nos hubiésemos retirado convencidos que esos delicados paisajes que los decoran eran pintados por manos humanas y no por las de la madre naturaleza. Las vetas oscuras de la piedra se empinan hacia el Himalaya, bajan en forma abrupta hasta toparse con los valles y se enredan en la copa de los pinos como si fueran trabajadas con pincel.

La sesión sobre los secretos del jade tuvo lugar observando la profusión de piezas que hay en las repisas del comedor. Allí aprendimos que de acuerdo con su color se clasifica en esmeralda, blanco jade, verde jade, ágata, cristal y coral. Que no es cuestión de llegar y pulir la piedra en bruto. Para que se convierta en objeto precioso hay que respetar y acentuar su forma natural, su grano, su textura y su color. Que no es lo mismo el jade de Beijing –célebre por lo brillante de sus colores– que el innovador de Guangzhou –donde se respeta más la individualidad del artista– ni tampoco el más sofisticado de Shangai.

De la caligrafía nos ocupamos en la sala principal y en la sala de recepciones al calor de una cuantas tazas de té, la bebida nacional y uno de los lazos más fuertes de unión entre los 56 grupos étnicos que habitan el país. Allí descubrimos –puesto en occidental y simplificado al máximo– que mientras más sencillo y lineal es el signo, más complicado es mantener su equilibrio interno. Y al revés, entre más intrincada es su trama, más fácil su confección.

Ahora, en este encuentro de Oriente con Occidente, es la diversidad, justamente, la que le pone color a este mundo.

Casas de Embajada en Washington D.C. / República Popular de China

#AmorPorColombia