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Casas de Embajada en Washington D.C. /

Suecia

Suecia

En la biblioteca, el mayor impacto lo produce la audaz tela del sofá y sus sillas compañeras. Diseñada por Josef Frank, el arquitecto austríaco que llegó a Estocolmo en 1930 e hizo época con su personalísima visión en materia de muebles, lámparas, vidrios y textiles. Sobre la chimenea, Attacking Goshawk, pintura de Bruno Liljefors (1860-1939), un renombrado artista sueco especialista en animales y vida salvaje. Antonio Castañeda Buraglia

En la biblioteca, el mayor impacto lo produce la audaz tela del sofá y sus sillas compañeras. Diseñada por Josef Frank, el arquitecto austríaco que llegó a Estocolmo en 1930 e hizo época con su personalísima visión en materia de muebles, lámparas, vidrios y textiles. Sobre la chimenea, Attacking Goshawk, pintura de Bruno Liljefors (1860-1939), un renombrado artista sueco especialista en animales y vida salvaje.   Antonio Castañeda Buraglia.

El estilo Gustavian –rey Gustavo III, 1746-1792– en que está arreglado el salón principal, incluye desde el mobiliario hasta el espejo y la lámpara del techo. El tapiz de la pared corresponde a un retrato del rey Gustavo III, realizado por un artista desconocido.
 Antonio Castañeda Buraglia

El estilo Gustavian –rey Gustavo III, 1746-1792– en que está arreglado el salón principal, incluye desde el mobiliario hasta el espejo y la lámpara del techo. El tapiz de la pared corresponde a un retrato del rey Gustavo III, realizado por un artista desconocido.    Antonio Castañeda Buraglia.

Esta sala, más conocida como el sunroom, está íntegramente decorada con mobiliario realizado por diseñadores suecos contemporáneos. Las lámparas en cerámica son de la artista Cilla Adlercreutz. El cuadro del fondo es obra de Björn Wessman. Antonio Castañeda Buraglia

Esta sala, más conocida como el sunroom, está íntegramente decorada con mobiliario realizado por diseñadores suecos contemporáneos. Las lámparas en cerámica son de la artista Cilla Adlercreutz. El cuadro del fondo es obra de Björn Wessman.   Antonio Castañeda Buraglia.

Sobre la mesa de caoba estilo rococó inglés y bajo la araña barroca de cristal cortado, una cristalería Orrefors le sirve de marco a la no menos tradicional vajilla Rörstrands, exclusiva de las residencias de los embajadores del país. La pintura de la pared del fondo pertenece al artista sueco Elías Martin (1739-1818). Antonio Castañeda Buraglia

Sobre la mesa de caoba estilo rococó inglés y bajo la araña barroca de cristal cortado, una cristalería Orrefors le sirve de marco a la no menos tradicional vajilla Rörstrands, exclusiva de las residencias de los embajadores del país. La pintura de la pared del fondo pertenece al artista sueco Elías Martin (1739-1818).   Antonio Castañeda Buraglia.

Texto de: Lily Urdinola de Bianchi

Construida en 1923 por el respetado arquitecto Arthur B. Heaton para David Lawrence, fundador del U.S. News and Worl Report, esta mansión fue adquirida por el Gobierno sueco en 1950. La pregunta obvia delante de su fachada es: ¿Qué tiene esta “españolada” mansión en común con Suecia como para haber sido escogida para residencia de sus embajadores? Poco y mucho. Fuera de la abundancia y la belleza del verde que la rodea, ella posee dos características imperativas en la estética de ese país: simplicidad y luz. Las mismas que se encuentran en el resto de la casa, respetando los matices propios de cada habitación. Porque si bien la decoración estilo Gustavian –rey Gustavo III, 1746-1792– del salón principal no tendría nada que ver a primera vista con la contemporánea del sunroom, el primero es tan sencillo, lineal y luminoso como el segundo. Lo que no es de extrañar, ya que a lo largo de la intensa, exitosa y variada historia del diseño sueco, tradición y modernidad han caminado tomadas estrechamente de la mano. Tal como quedó establecido en 1992 cuando la Fundación Nobel encargó en forma especial –para el aniversario 90 de sus premios– un servicio de mesa para banquetes. Después de interminables debates, el resultado fue precioso, aunque no demasiado sorprendente: la unión magistral de lo antiguo con lo nuevo.

Aquí se da el caso de que los objetos hablan de momentos cruciales en la historia del gusto del país. En la biblioteca, por ejemplo, el mayor impacto estuvo a cargo de la audaz tela del sofá y de sus sillas compañeras. Diseñada por Josef Frank, el arquitecto austríaco que llegó a Estocolmo en 1930 e hizo época con su personalísima visión en materia de muebles, lámparas, vidrios y textiles.

En el clásico comedor vuelve la calma. Sobre la mesa de caoba estilo rococó inglés y bajo la araña barroca de cristal cortado, una suequísima cristalería Orrefors le sirve de marco a la no menos tradicional vajilla Rörstrands, hecha en forma exclusiva para las residencias de los embajadores del país.

Sin embargo, la habitación que propone una mayor reflexión es la sala de estar o sunroom. Arreglada íntegramente con muebles diseñados por artistas suecos, invita a deshacer el camino recorrido por Suecia en esta materia. A recordar la declaración de principios de la esteta Ellen Kay cuando en 1899 exigió “belleza para todo”, y la de Gregor Paulsson, figura clave en el diseño sueco, en 1919: “Diseño para todo el mundo, no sólo para los ricos”. De allí en adelante no hubo más que un paso a la elegancia o la Swedish grace de los objetos especiales y a la apoteosis del funcionalismo, que propugnaba por la producción masiva, los colores y las formas simples y prácticas, y el racional uso del espacio.

Con el paso de los años, las ferias de exhibición, la unión de fuerzas con el resto de los países escandinavos y las exigencias de la internacionalización, el diseño sueco fue evolucionando y autotransformándose de acuerdo con las necesidades del público. Con unos momentos más pop y rosa que otros, al nuevo siglo entró con las velas desplegadas, asociándose el “Hecho en Suecia” con originalidad, calidad y belleza en todo y para todos. De su estética invasora y “ergonómica” no se libran –por fortuna– ni la residencia, ni el mango de una olla, ni el tubo de la aspiradora, ni la puntada de un suéter, ni la botella de vodka. Ni hablar de la del Aquavit…

Casas de Embajada en Washington D.C.
/
Suecia

#AmorPorColombia

Casas de Embajada en Washington D.C. / Suecia

Suecia

En la biblioteca, el mayor impacto lo produce la audaz tela del sofá y sus sillas compañeras. Diseñada por Josef Frank, el arquitecto austríaco que llegó a Estocolmo en 1930 e hizo época con su personalísima visión en materia de muebles, lámparas, vidrios y textiles. Sobre la chimenea, Attacking Goshawk, pintura de Bruno Liljefors (1860-1939), un renombrado artista sueco especialista en animales y vida salvaje. Antonio Castañeda Buraglia

En la biblioteca, el mayor impacto lo produce la audaz tela del sofá y sus sillas compañeras. Diseñada por Josef Frank, el arquitecto austríaco que llegó a Estocolmo en 1930 e hizo época con su personalísima visión en materia de muebles, lámparas, vidrios y textiles. Sobre la chimenea, Attacking Goshawk, pintura de Bruno Liljefors (1860-1939), un renombrado artista sueco especialista en animales y vida salvaje.   Antonio Castañeda Buraglia.

 

El estilo Gustavian –rey Gustavo III, 1746-1792– en que está arreglado el salón principal, incluye desde el mobiliario hasta el espejo y la lámpara del techo. El tapiz de la pared corresponde a un retrato del rey Gustavo III, realizado por un artista desconocido.
 Antonio Castañeda Buraglia

El estilo Gustavian –rey Gustavo III, 1746-1792– en que está arreglado el salón principal, incluye desde el mobiliario hasta el espejo y la lámpara del techo. El tapiz de la pared corresponde a un retrato del rey Gustavo III, realizado por un artista desconocido.    Antonio Castañeda Buraglia.

 

Esta sala, más conocida como el sunroom, está íntegramente decorada con mobiliario realizado por diseñadores suecos contemporáneos. Las lámparas en cerámica son de la artista Cilla Adlercreutz. El cuadro del fondo es obra de Björn Wessman. Antonio Castañeda Buraglia

Esta sala, más conocida como el sunroom, está íntegramente decorada con mobiliario realizado por diseñadores suecos contemporáneos. Las lámparas en cerámica son de la artista Cilla Adlercreutz. El cuadro del fondo es obra de Björn Wessman.   Antonio Castañeda Buraglia.

 

Sobre la mesa de caoba estilo rococó inglés y bajo la araña barroca de cristal cortado, una cristalería Orrefors le sirve de marco a la no menos tradicional vajilla Rörstrands, exclusiva de las residencias de los embajadores del país. La pintura de la pared del fondo pertenece al artista sueco Elías Martin (1739-1818). Antonio Castañeda Buraglia

Sobre la mesa de caoba estilo rococó inglés y bajo la araña barroca de cristal cortado, una cristalería Orrefors le sirve de marco a la no menos tradicional vajilla Rörstrands, exclusiva de las residencias de los embajadores del país. La pintura de la pared del fondo pertenece al artista sueco Elías Martin (1739-1818).   Antonio Castañeda Buraglia.

 

Texto de: Lily Urdinola de Bianchi

Construida en 1923 por el respetado arquitecto Arthur B. Heaton para David Lawrence, fundador del U.S. News and Worl Report, esta mansión fue adquirida por el Gobierno sueco en 1950. La pregunta obvia delante de su fachada es: ¿Qué tiene esta “españolada” mansión en común con Suecia como para haber sido escogida para residencia de sus embajadores? Poco y mucho. Fuera de la abundancia y la belleza del verde que la rodea, ella posee dos características imperativas en la estética de ese país: simplicidad y luz. Las mismas que se encuentran en el resto de la casa, respetando los matices propios de cada habitación. Porque si bien la decoración estilo Gustavian –rey Gustavo III, 1746-1792– del salón principal no tendría nada que ver a primera vista con la contemporánea del sunroom, el primero es tan sencillo, lineal y luminoso como el segundo. Lo que no es de extrañar, ya que a lo largo de la intensa, exitosa y variada historia del diseño sueco, tradición y modernidad han caminado tomadas estrechamente de la mano. Tal como quedó establecido en 1992 cuando la Fundación Nobel encargó en forma especial –para el aniversario 90 de sus premios– un servicio de mesa para banquetes. Después de interminables debates, el resultado fue precioso, aunque no demasiado sorprendente: la unión magistral de lo antiguo con lo nuevo.

Aquí se da el caso de que los objetos hablan de momentos cruciales en la historia del gusto del país. En la biblioteca, por ejemplo, el mayor impacto estuvo a cargo de la audaz tela del sofá y de sus sillas compañeras. Diseñada por Josef Frank, el arquitecto austríaco que llegó a Estocolmo en 1930 e hizo época con su personalísima visión en materia de muebles, lámparas, vidrios y textiles.

En el clásico comedor vuelve la calma. Sobre la mesa de caoba estilo rococó inglés y bajo la araña barroca de cristal cortado, una suequísima cristalería Orrefors le sirve de marco a la no menos tradicional vajilla Rörstrands, hecha en forma exclusiva para las residencias de los embajadores del país.

Sin embargo, la habitación que propone una mayor reflexión es la sala de estar o sunroom. Arreglada íntegramente con muebles diseñados por artistas suecos, invita a deshacer el camino recorrido por Suecia en esta materia. A recordar la declaración de principios de la esteta Ellen Kay cuando en 1899 exigió “belleza para todo”, y la de Gregor Paulsson, figura clave en el diseño sueco, en 1919: “Diseño para todo el mundo, no sólo para los ricos”. De allí en adelante no hubo más que un paso a la elegancia o la Swedish grace de los objetos especiales y a la apoteosis del funcionalismo, que propugnaba por la producción masiva, los colores y las formas simples y prácticas, y el racional uso del espacio.

Con el paso de los años, las ferias de exhibición, la unión de fuerzas con el resto de los países escandinavos y las exigencias de la internacionalización, el diseño sueco fue evolucionando y autotransformándose de acuerdo con las necesidades del público. Con unos momentos más pop y rosa que otros, al nuevo siglo entró con las velas desplegadas, asociándose el “Hecho en Suecia” con originalidad, calidad y belleza en todo y para todos. De su estética invasora y “ergonómica” no se libran –por fortuna– ni la residencia, ni el mango de una olla, ni el tubo de la aspiradora, ni la puntada de un suéter, ni la botella de vodka. Ni hablar de la del Aquavit…

Casas de Embajada en Washington D.C. / Suecia

#AmorPorColombia