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La ruta de HumboldtColombia - Venezuela /

Indios del Orinoco

Indios del Orinoco

Encuentro de los indios con los viajeros europeos
Juan Mauricio Rugendas
Litografía
Voyage Pittoresque, Sección III, lámina 1
Museo Nacional, Bogotá.

Encuentro de los indios con los viajeros europeos Juan Mauricio Rugendas Litografía Voyage Pittoresque, Sección III, lámina 1 Museo Nacional, Bogotá.  

Planta y fruto del achiote.

Planta y fruto del achiote.  

Indígena de los alrededores del Río Negro.

Indígena de los alrededores del Río Negro.  

Danza de los mitouas. 
Dibujo de P. Fritel
23.8 x 15.9 cm
Tomado de Voyages dans l’Amérique du Sud. J. Crévaux. París, 1883. 
Biblioteca Luis Angel Arango, Bogotà

Danza de los mitouas. Dibujo de P. Fritel 23.8 x 15.9 cm Tomado de Voyages dans l’Amérique du Sud. J. Crévaux. París, 1883. Biblioteca Luis Angel Arango, Bogotà 

Texto de: Alexander von Humboldt

Llama la atención ver que los indios del Orinoco, tanto como los naturales de la América septentrional, prefieren a cualquier otro pigmento las sustancias que tiñen de rojo. ¿Se fundará esta predilección en la facilidad con que el salvaje se procura tierras ocráceas o las féculas colorantes del onoto y la B. chica? Lo dudo mucho. El añil es silvestre en una gran parte de la América equinoccial. Esta planta, bien así como tantas otras leguminosas, habría suministrado abundantemente a los indígenas pigmento para pintarse de azul como los antiguos bretones; y sin embargo, no vemos en América tribus pintadas con añil. Paréceme probable, como lo he indicado ya más arriba, que la preferencia de los americanos por el color rojo está generalmente fundada en esa tendencia que tienen los pueblos de atribuir la idea de la hermosura a todo cuanto caracteriza su fisonomía nacional. Hombres cuya piel es de suyo roja con un tinte oscuro, gustan del color rojo; si nacen con la frente poco convexa, con una cabeza chata, buscan cómo deprimir la frente a los niños; si se distinguen de las otras naciones en las barbas muy escasas, tratan de arrancarse los pocos pelos que la naturaleza les ha concedido. […]

Sorprendiónos ver en el campamento de Pararuma que las mujeres de edad muy provecta estaban más diligentes en su adorno que las mujeres más jóvenes. Vimos una india de nación Otomaca, que se hacía frotar los cabellos con aceite de huevos de tortuga y pintar la espalda con onoto y caruto, operación en la que empleaba a sus hijas. La ornamentación consistía en una especie de enrejado de líneas cruzadas, negras, sobre un fondo rojo, poniéndose un punto negro en el centro de cada cuadradito. Era obra de paciencia increíble. Tornamos de una herborización muy larga, y la pintura no estaba todavía a medio terminar. Y más admira esta afición a los adornos cuando se cae en la cuenta de que las figuras y los rasgos no son producidos por procedimientos de tatuaje, sino que unos dibujos hechos con tanto cuidado se borran si el indio se expone imprudentemente a fuertes aguaceros. Naciones hay que no se pintan sino para asistir a los festines; a otras se las ve cubiertas con el color durante todo el año, y en éstas se considera el uso del onoto de tal modo indispensable, que los hombres y las mujeres tendrían quizá menos vergüenza de presentarse sin guayuco que sin pintura. Estos guayucos del Orinoco son unas veces de cortezas de árboles, y otras de tela de algodón. Los de los hombres son más largos que los de las mujeres, en las que (al decir de los misioneros) el sentimiento del pudor es en general menos intenso. […]

La ruta de Humboldt
Colombia - Venezuela /
Indios del Orinoco

#AmorPorColombia

La ruta de Humboldt Colombia - Venezuela / Indios del Orinoco

Indios del Orinoco

Encuentro de los indios con los viajeros europeos
Juan Mauricio Rugendas
Litografía
Voyage Pittoresque, Sección III, lámina 1
Museo Nacional, Bogotá.

Encuentro de los indios con los viajeros europeos Juan Mauricio Rugendas Litografía Voyage Pittoresque, Sección III, lámina 1 Museo Nacional, Bogotá.  

 

Planta y fruto del achiote.

Planta y fruto del achiote.  

 

Indígena de los alrededores del Río Negro.

Indígena de los alrededores del Río Negro.  

 

Danza de los mitouas. 
Dibujo de P. Fritel
23.8 x 15.9 cm
Tomado de Voyages dans l’Amérique du Sud. J. Crévaux. París, 1883. 
Biblioteca Luis Angel Arango, Bogotà

Danza de los mitouas. Dibujo de P. Fritel 23.8 x 15.9 cm Tomado de Voyages dans l’Amérique du Sud. J. Crévaux. París, 1883. Biblioteca Luis Angel Arango, Bogotà 

 

Texto de: Alexander von Humboldt

Llama la atención ver que los indios del Orinoco, tanto como los naturales de la América septentrional, prefieren a cualquier otro pigmento las sustancias que tiñen de rojo. ¿Se fundará esta predilección en la facilidad con que el salvaje se procura tierras ocráceas o las féculas colorantes del onoto y la B. chica? Lo dudo mucho. El añil es silvestre en una gran parte de la América equinoccial. Esta planta, bien así como tantas otras leguminosas, habría suministrado abundantemente a los indígenas pigmento para pintarse de azul como los antiguos bretones; y sin embargo, no vemos en América tribus pintadas con añil. Paréceme probable, como lo he indicado ya más arriba, que la preferencia de los americanos por el color rojo está generalmente fundada en esa tendencia que tienen los pueblos de atribuir la idea de la hermosura a todo cuanto caracteriza su fisonomía nacional. Hombres cuya piel es de suyo roja con un tinte oscuro, gustan del color rojo; si nacen con la frente poco convexa, con una cabeza chata, buscan cómo deprimir la frente a los niños; si se distinguen de las otras naciones en las barbas muy escasas, tratan de arrancarse los pocos pelos que la naturaleza les ha concedido. […]

Sorprendiónos ver en el campamento de Pararuma que las mujeres de edad muy provecta estaban más diligentes en su adorno que las mujeres más jóvenes. Vimos una india de nación Otomaca, que se hacía frotar los cabellos con aceite de huevos de tortuga y pintar la espalda con onoto y caruto, operación en la que empleaba a sus hijas. La ornamentación consistía en una especie de enrejado de líneas cruzadas, negras, sobre un fondo rojo, poniéndose un punto negro en el centro de cada cuadradito. Era obra de paciencia increíble. Tornamos de una herborización muy larga, y la pintura no estaba todavía a medio terminar. Y más admira esta afición a los adornos cuando se cae en la cuenta de que las figuras y los rasgos no son producidos por procedimientos de tatuaje, sino que unos dibujos hechos con tanto cuidado se borran si el indio se expone imprudentemente a fuertes aguaceros. Naciones hay que no se pintan sino para asistir a los festines; a otras se las ve cubiertas con el color durante todo el año, y en éstas se considera el uso del onoto de tal modo indispensable, que los hombres y las mujeres tendrían quizá menos vergüenza de presentarse sin guayuco que sin pintura. Estos guayucos del Orinoco son unas veces de cortezas de árboles, y otras de tela de algodón. Los de los hombres son más largos que los de las mujeres, en las que (al decir de los misioneros) el sentimiento del pudor es en general menos intenso. […]

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