Desembocadura del río Tomo

Frutos de la granadilla. Los frutos de las pasionarias, conocidos también con el nombre de granadillas Passiflora sp. , ofrecieron una dulce tregua a Humboldt, a Bonpland y al padre Zea, quienes se hallaban exhaustos cuando arribaron a la zona de los raudales.  

Paso de un rápido Dibujo de Riou 11.9 x 15.6 cm Tomado de Voyages dans l’Amérique du Sud. J. Crévaux. París, 1883 Biblioteca Luis Angel Arango, Bogotá.  

Agujero en una roca del río Orinoco. En uno de estos agujeros, labrados por los granos de arena que giran incesantemente en los remolinos, Humboldt preparó una bebida con limones, azúcar y frutos de pasionaria Passiflora sp., para refrescar al padre Zea, quien había sido atacado por un acceso de fiebres tercianas. 

Río Tomo. El río Tomo desemboca en el Orinoco poco antes de la zona de los raudales. Allí se detuvo Humboldt para aprovisionarse de alimentos y tomar un merecido descanso. 

Texto de: Alexander von Humboldt

[…]Partimos a las 3 de la mañana, para estar más seguros de llegar antes de caer el día a la catarata conocida con el nombre de raudal de los Guahíbos. Nos detuvimos en la desembocadura del río Tomo. Los indios se instalaron en la ribera para aderezar sus alimentos y tomar algún descanso. Eran cerca de las cinco de la tarde cuando llegamos al pie del raudal. Estábase en mucha contrariedad para luchar contra una masa de agua que se precipitaba de un banco de gneis de varios pies de altura. Un indio se puso a nadar para llegar al peñasco que divide en dos partes la catarata. Se afianzó una cuerda a la punta del peñasco; y cuando la piragua fue remolcada lo bastante, se desembarcaron en el raudal mismo nuestros instrumentos, nuestras plantas desecadas y los pocos víveres que habíamos podido recoger en Atures. Notamos con sorpresa que la ataguía natural sobre la que se precipita el río presentaba un espacio seco de considerable extensión. Allí nos detuvimos para ver remontar la piragua.

El peñasco de gneis tiene hoyos circulares, llegando los mayores a cuatro pies de profundidad y 18 pulgadas de ancho. Estos embudos contienen guijarros de cuarzo, y parecen estar formados por el frote de masas arrastradas por las aguas y sometidas a su impulso. Bien extraña era nuestra posición en medio de la catarata, bien que no ofreciese el menor peligro. El misionero que nos acompañaba tenía su acceso de fiebre. Para estancar la sed que le atormentaba, nos ocurrió la idea de prepararle, en una de las excavaciones de la roca, una bebida refrescante. En Atures habíamos embarcado un mapire (canasto indiano) lleno de azúcar, limones y esas granadillas o frutos de pasionarias que los españoles llaman parchas. Faltándonos en absoluto vasijas capaces para contener y mezclar líquidos, se echó, con una tutuma (fruto de Crescentia cujete), agua del río en uno de los hoyos de la peña, añadiéndole azúcar y zumo de las frutas ácidas. En cortos instantes obtuvimos un excelente brebaje. Era casi un refinamiento de lujo en el lugar agreste en que nos encontrábamos […]

Ya apagada nuestra sed, experimentamos un gran deseo de bañarnos. Examinando atentamente el dique angosto y roqueño sobre el cual estábamos instalados, reparamos que en su parte superior formaba pequeñas ensenadas en que había agua sosegada y limpia. Tuvimos el placer de bañarnos tranquilamente en medio del ruido de la catarata y de los gritos de nuestros indios. Entro en estos detalles minuciosos, porque además de exhibir una viva imagen de nuestro modo de viajar, recuerdan a los que quieran emprender lejanas travesías, que en todas las situaciones de la vida puede uno procurarse satisfacciones […]