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  • Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
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  • Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
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Juan Montoya /

Residencia Privada Manhattan, Nueva York

Residencia Privada Manhattan, Nueva York

En el vestíbulo, inundado de la luz natural que llega a través de la claraboya, Montoya instaló nuevos pisos en caoba del Brasil y agregó un par de columnas acanaladas. Diseñó también en caoba la imponente puerta
de entrada a la biblioteca. Un grupo de ménsulas de cristal de 1920 no alcanzan a tocar la voladiza consola en vidrio.

En el vestíbulo, inundado de la luz natural que llega a través de la claraboya, Montoya instaló nuevos pisos en caoba del Brasil y agregó un par de columnas acanaladas. Diseñó también en caoba la imponente puerta de entrada a la biblioteca. Un grupo de ménsulas de cristal de 1920 no alcanzan a tocar la voladiza consola en vidrio.  

En la biblioteca, Montoya combinó una mesa de escritorio y las
sillas en palo de rosa con un sofá y un otomano hechos por encargo.

En la biblioteca, Montoya combinó una mesa de escritorio y las sillas en palo de rosa con un sofá y un otomano hechos por encargo. 

Para el inmenso comedor, se diseñaron conjuntos separados que permiten a los clientes usarlo de varias formas sin sentirse abrumados.

Para el inmenso comedor, se diseñaron conjuntos separados que permiten a los clientes usarlo de varias formas sin sentirse abrumados. 

Texto de: Margaret Cottom Winslow

En este penthouse de trece cuartos, con un área de 436 metros cuadrados, situado en un lujoso edificio construido en 1912, Juan Montoya transformó un adormecido espacio de paredes grises y pisos de linóleo en un espacio vibrante que refleja la exuberancia y vitalidad de la joven pareja dueña y sus dos hijos. Montoya conoció a los clientes cuando la esposa compró un sofá y una mesa antiguos de la colección del diseñador. Aunque en ese momento declaró que quería diseñar ella misma el interior de su apartamento, un mes más tarde llamó a solicitar ayuda para realizar tan intimidante tarea.

Aparte de los extensos trabajos de restauración realizados en los pisos, el sistema eléctrico, el enyesado y los detalles arquitectónicos, los ingredientes principales para darle nueva vida al espacio eran inyectarle color y hacer habitable el vasto espacio respetando, sin embargo, su encumbrada elegancia arquitectónica. Como su clienta sentía que el color existente era absolutamente deprimente, se escogió un esquema de colores fuertes que contrastaban de un cuarto a otro y se iban mitigando: del rojo veneciano adornado de marfil del vestíbulo se pasaba a un vibrante color mostaza en la sala y el comedor, para llegar al tenue gris del dormitorio principal.

Montoya también imaginó formas en que la joven familia podría aprovechar mejor los desmesurados espacios del apartamento. El comedor presentaba, tal vez, el mayor desafío –tanto por su tamaño como por su complejidad– ya que había sido construido en una época opulenta en que las grandes cenas formales eran lo corriente. Sin embargo, Montoya quería que sus clientes pudieran disfrutar de la luz matutina y además usaran ese cuarto a lo largo del día. Para solucionar esto, dividió el espacio en áreas separadas más íntimas utilizando una mesa Biedermeier con sus sillas que pertenecían a su cliente, para definir un extremo del salón, y construyó una banqueta bajo la ventana en otro extremo para comidas informales en familia. También diseñó dos sofás, incorporó bibliotecas y un escritorio Biedermeier; el resultado es un solo cuarto que sirve para desayunar, leer o a veces cenar formalmente.

A la sala, que exhibe una audaz combinación de épocas y orígenes diferentes en la selección del mobiliario, se le aplicó una muy necesaria dosis de intimidad haciendo converger las zonas de reunión hacia el corazón del cuarto: la chimenea.

La elección de Montoya en cuanto al mobiliario y a la disposición de los accesorios refleja tanto el gusto de los clientes como la calidad histórica del edificio. El diseño resultante conserva el lujo y la opulencia de la Nueva York de preguerra, a tiempo que proporciona un espacio vívido y alegre para una joven y activa familia, lo cual ya es, de por sí, una yuxtaposición mágica.

Juan Montoya
/
Residencia Privada Manhattan, Nueva York

#AmorPorColombia

Juan Montoya / Residencia Privada Manhattan, Nueva York

Residencia Privada Manhattan, Nueva York

En el vestíbulo, inundado de la luz natural que llega a través de la claraboya, Montoya instaló nuevos pisos en caoba del Brasil y agregó un par de columnas acanaladas. Diseñó también en caoba la imponente puerta
de entrada a la biblioteca. Un grupo de ménsulas de cristal de 1920 no alcanzan a tocar la voladiza consola en vidrio.

En el vestíbulo, inundado de la luz natural que llega a través de la claraboya, Montoya instaló nuevos pisos en caoba del Brasil y agregó un par de columnas acanaladas. Diseñó también en caoba la imponente puerta de entrada a la biblioteca. Un grupo de ménsulas de cristal de 1920 no alcanzan a tocar la voladiza consola en vidrio.  

 

En la biblioteca, Montoya combinó una mesa de escritorio y las
sillas en palo de rosa con un sofá y un otomano hechos por encargo.

En la biblioteca, Montoya combinó una mesa de escritorio y las sillas en palo de rosa con un sofá y un otomano hechos por encargo. 

 

Para el inmenso comedor, se diseñaron conjuntos separados que permiten a los clientes usarlo de varias formas sin sentirse abrumados.

Para el inmenso comedor, se diseñaron conjuntos separados que permiten a los clientes usarlo de varias formas sin sentirse abrumados. 

 

Texto de: Margaret Cottom Winslow

En este penthouse de trece cuartos, con un área de 436 metros cuadrados, situado en un lujoso edificio construido en 1912, Juan Montoya transformó un adormecido espacio de paredes grises y pisos de linóleo en un espacio vibrante que refleja la exuberancia y vitalidad de la joven pareja dueña y sus dos hijos. Montoya conoció a los clientes cuando la esposa compró un sofá y una mesa antiguos de la colección del diseñador. Aunque en ese momento declaró que quería diseñar ella misma el interior de su apartamento, un mes más tarde llamó a solicitar ayuda para realizar tan intimidante tarea.

Aparte de los extensos trabajos de restauración realizados en los pisos, el sistema eléctrico, el enyesado y los detalles arquitectónicos, los ingredientes principales para darle nueva vida al espacio eran inyectarle color y hacer habitable el vasto espacio respetando, sin embargo, su encumbrada elegancia arquitectónica. Como su clienta sentía que el color existente era absolutamente deprimente, se escogió un esquema de colores fuertes que contrastaban de un cuarto a otro y se iban mitigando: del rojo veneciano adornado de marfil del vestíbulo se pasaba a un vibrante color mostaza en la sala y el comedor, para llegar al tenue gris del dormitorio principal.

Montoya también imaginó formas en que la joven familia podría aprovechar mejor los desmesurados espacios del apartamento. El comedor presentaba, tal vez, el mayor desafío –tanto por su tamaño como por su complejidad– ya que había sido construido en una época opulenta en que las grandes cenas formales eran lo corriente. Sin embargo, Montoya quería que sus clientes pudieran disfrutar de la luz matutina y además usaran ese cuarto a lo largo del día. Para solucionar esto, dividió el espacio en áreas separadas más íntimas utilizando una mesa Biedermeier con sus sillas que pertenecían a su cliente, para definir un extremo del salón, y construyó una banqueta bajo la ventana en otro extremo para comidas informales en familia. También diseñó dos sofás, incorporó bibliotecas y un escritorio Biedermeier; el resultado es un solo cuarto que sirve para desayunar, leer o a veces cenar formalmente.

A la sala, que exhibe una audaz combinación de épocas y orígenes diferentes en la selección del mobiliario, se le aplicó una muy necesaria dosis de intimidad haciendo converger las zonas de reunión hacia el corazón del cuarto: la chimenea.

La elección de Montoya en cuanto al mobiliario y a la disposición de los accesorios refleja tanto el gusto de los clientes como la calidad histórica del edificio. El diseño resultante conserva el lujo y la opulencia de la Nueva York de preguerra, a tiempo que proporciona un espacio vívido y alegre para una joven y activa familia, lo cual ya es, de por sí, una yuxtaposición mágica.

Juan Montoya / Residencia Privada Manhattan, Nueva York

#AmorPorColombia